miércoles, 10 de marzo de 2021

María Sarkis Yazbek Murad Murad de Murad - LA PARTIDA

La partida.

 

Vivían en Tannurín, con la familia, con quien compartían tierras a las que habían dividido según quien las había sembrado y Jorge junto a María tenía las suyas trabajadas, productivas.

Ya habían transcurrido dos años y algo más (una hija de esa edad y otro en camino), cuando la noticia volvería a sorprenderla. Él partía a América donde estaba un primo que había migrado hacía unos años. Era evidente que los silencios hacían un uso abusivo de los tiempos, haciéndose eco de los mandatos patriarcales, de eso que se habla y resuelve entre hombre, a espaldas de mujer alguna, a no ser que ésta sea la madre o quien por estirpe o clase ejerza un poder superior, pero no es este ninguno de tales casos y como tal corría la suerte del común de las mujeres, ser las informadas a decisión tomada, sin importar contexto alguno ni situación alguna, recrudecía esa diferencia a la que ponía de manifiesto un par de ovarios, que se harían cargo de la peor parte de una decisión a la que no se la había convocado a tomar, una manipulación del género enrostrando una pregunta que, aun hoy muchos no saben enfrentar, un derecho negado a manifestar, una pregunta ignorada y un mandamiento reafirmado sin saber a qué sagrado o perverso precepto responde, repetido en base a la costumbre aunque desconociendo al creador, una conjunción entre un patriarca, príncipe o sultán depositante de un designio sagrado de dios, sea este de cualquiera de las tantas religiones cohabitantes del oriente próximo.

Esa noche, el cielo con su manto tachonado de estrellas dejó pasar al amanecer cuya luz reflejaba y resplandecía en las tranquilas aguas, donde el barco se pone en movimiento, corría el año 1913 y ya presiente que no volverá a contemplar ese paisaje encantador donde se complació la naturaleza en verter todas sus galas, pequeñas aldeas, pueblos y caseríos que coronan los montes, musulmanes chiíta libaneses y beduinos, drusos y maronitas, griegos y turcos, mujeres enmascaradas que caminaran junto a él como fantasmas de un sueño, que han fijado la atención en este viajero para olvidarlo después, quien guardará siempre en un rincón de su memoria ese recuerdo, con el recuerdo de sus impresiones, y como él, eran muchos los “paisanos” que se embarcaban arriesgando, aventurando mudarse a otras tierras lejanas, con la ilusión de forjar un porvenir venturoso, esperanzados también en poder profesar su religión libremente, no ser perseguidos por sus ideales políticos. En este caso la aventura, el deseo de crecer y el llamado de su primo y amigo fueron los motivos. Partió con promesas, con augurios, dejándola a ella con la seguridad necesarias para esperar el llamado. Seguridad que duró el tiempo que tardó en ver perderse su figura en el recodo de camino. Su familia política le enseñó la cara de la hipocresía, se la enrostró de la manera más cruda, la expulso mostrando la miseria más violenta ante una mujer sola, con una hija y un embarazo pronto a parir. Sintió el destierro en su propia tierra. Pero su fortaleza volvió a darle muestras del poder que tenía. Volvió a partir sin nada, comenzaba un nuevo capítulo de incertidumbres, de promesas incumplidas, de traiciones, de volver desterrada a su familia, de sentir la soledad sometida a la obediencia, a la palabra, al deber, sentía como que el “destino”, borraba con el codo lo que había escrito con la mano, como que un giro matemático olvidó un “x i” y generó una falla que volvió ciertos estados, aunque sin poder retrotraer modificaciones. Estaba en familia, pero sola. Sacó fuerzas, resurgió de ese estado de incertidumbre y tomó las riendas de su vida, si es que esa metáfora no es demasiado pretenciosa o exagerada para el momento y contexto, convirtiéndose en una mujer acorazada en sus ovarios templada por su orgullo de madre, de hija y luego de esposa.

Haciendo un paréntesis, sin querer que sea disruptivo, pero ejemplificador, puedo recordar como su hijo argentino, repite esos sentimientos de amor a sus hijos, luego a su madre y después a su esposa. Interesante. Un material más a deconstruir… sin querer ser grosero he de recordar que “La historia se repite primero como tragedia y después como farsa”.

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