miércoles, 6 de septiembre de 2023

Experiencias de viajes

Algunas experiencias que tuve:

Bailé bajo el sol del verano viendo hacer lo mismo a lobos marinos en la reserva más importante de la costa atlántica patagónica donde nací; cabalgué en la meseta rionegrina; hice rafting en los rápidos del río Atuel en Mendoza, con sus viñedos y el monte Aconcagua; San Luis, San Juan, Neuquen con su San Martín de los Andes; Chubut, Santa Cruz con su imponente Glaciar Perito Moreno y otros en El Calafate y la extremidad de Usuahia en Tierra del fuego con su canal de Beagle que une los océanos Atlántico y Pacífico; las Cataratas de Iguazú en misiones y la triple frontera con Paraguay y Brasil, una de las maravillas del mundo; las aguas termales de Uruguay y la costa entrerriana; la linda Montevideo y la presumida Punta del Este; recorrí los refugios en la cordillera mientras cruzaba a Chile; disfrute las playas del pacífico desde Puerto Vallarta en México hasta Chiloé en Chile, pasando por Zipolite, Acapulco, Esmeralda en Ecuador, Valparaíso y otras de Chile; me tendí en las arenas blancas de Brasil en Río y Florianópolis; me volví niño en Disney, nadé en Miami, me enloquecí en la locura de New York; aprendí a dar propina en los taxis negros de Londres; estuve unas horas a la deriva en un ferry cruzando el canal de La Mancha cuando se rompió uno de sus estabilizadores; recorrí la ciudad Luz, Burdeos y otras llegando a Saint Tropez en Francia; salté a Bélgica, Alemania Suiza y Austria hasta Livorno, donde comencé el andar por Verona, Génova, Venecia, la magnificencia de Roma con su historia Imperial, Nápoles, Capri y la trágica Pompeya, para luego asistir a la maravilla de la costa amalfitana;  Mónaco y la creativa Barcelona a la que visito igual que Roma y toda España las veces que puedo, Madrid un clásico de mis pasiones; y en tantos viajes bajar desde las rías gallegas a Portugal, con su Oporto bello, su Lisboa de tranvías y ascensores y las Playas de Estoril y Cascáis, donde cenando sardinas y con una copa de vino escuché los violines mirando una inmensa luna llena que afloraba del atlántico; amo Buenos Aires y su locura porteña, pero no dejo de ser un provinciano patagónico que hoy vive en esta atrapante ciudad que nunca duerme.

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