Jorgelito.
Parte de esta historia. Dentro
de la historia.
Aquí también me atrevo a entrelazar
en la historia, la vida de quien terminó siendo su orgullo, recuerdo haber
escrito al principio, que la vida de María
se caracterizaba por mostrarse con simpleza llana pero con convicción y sin vergüenza,
por eso es que debo diferenciar ese orgullo que no siempre fue recíproco,
ya que, por una insegura razón, fueron puntuales las demostraciones, pero todo
tiene un costo en la vida, la vida pasa facturas, y él al reconocer, pagó bastante
caro su reconocimiento, con el agravante que marcó con esa misma inseguridad a
su propia descendencia. Simplemente así y sin entrar en detalles se resume ese vínculo,
que a solas era una cosa y en lo público otra; sin ser casual y parangonando recuerdo
haber leído, que la consolidación como país de la República Argentina aún hoy
no goza de acabado reconocimiento historiográfico como tal, a más de dos siglos
de detectadas las primeras presencias en Buenos Aires de individuos del Oriente
próximo y esa ausencia de reconocimiento implica un tipo de negación simbólica
que bloquea la posibilidad de que los datos registrados por la historiografía
inmigratoria sean empleados para una reconstrucción de la imagen del pasado
argentino, acorde con su diversidad cultural y religiosa, por tanto, inclusiva
de un retrato diferente de los argentinos-árabes, siendo el retrato de la
naciente república, elaborado por sus políticos fundadores, sobre la base de
los paradigmas europeos de civilización y progreso del siglo XIX, pensamiento
orientalista incluido, que alimentó el mito de que sólo con inmigración europea
era posible consolidar a la Argentina como nación, y como ejemplo tenemos a Juan
Bautista Alberdi, que en sus “Bases y puntos de partida para la organización
política de la República Argentina”, que sirvió de base para la redacción de la
Constitución Nacional de 1853, expresa: …“Nosotros,
los que nos llamamos americanos, no somos otra cosa que europeos nacidos en
América. Cráneo, sangre, color, todo es de fuera. …En América todo lo que no es
europeo es bárbaro, no hay más división que ésta: 1°, el indígena, es decir el
salvaje; 2°, el europeo, es decir, nosotros, los que hemos nacido en América y
hablamos español, los que creemos en Jesucristo y no en Pillán (dios de los
indígenas)”. Si bien dicha Constitución en su prólogo hace referencia a “todos
los habitantes del mundo que quieran habitar el suelo argentino”, en su art.25
aclara, “El Gobierno federal fomentará la inmigración europea…”, infiriendo que
no se deseaban inmigrantes de Medio Oriente o norte de África, es más, si nos fijamos
en la obra escrita por quien fuera el segundo Presidente de la República, después
de sancionada esa Constitución, Domingo Faustino Sarmiento, en su obra “Facundo”,
civilización o barbarie, haciendo un paralelismo de lo local con los clásicos
estereotipos orientales, no solo mantiene el domicilio natural de la
civilización en Europa, sino que establece a lo árabe y musulmán como modelo de
barbarie, y en ese paralelismo entre lo moro y lo gaucho, dominación española
mediante, indica la continuidad de un atraso, el rancho es la tienda, el gaucho
es el beduino, el caballo es el camello, la Rioja es Palestina, Argentina es Asia
y su caudillo el Mahoma de las pampas, todo eso reunido en la barbarie rosista,
condensado local de la bárbara mentalidad arábiga.
Pero volvamos a él, que es quien
protagoniza a grandes rasgos este capítulo, donde puedo afirmar que, físicamente
muy parecido a su padre, casi un calco, su tez aceitunada, su cabello rizado,
sus mismos ojos, su porte, aunque su temperamento se había forjado con parte de
sus genes y gran parte de su madre, logrando conjugar una personalidad con la fortaleza
materna y la diplomacia de su padre, pero nunca le pregunté si era feliz, si
fue feliz. Nuestro vinculo, simbólicamente sostenido por los mandatos, no
siempre fue sincero, habiendo temas de los que no se hablaban, de los que la
interrupción de la vida, parecería ser el justificativo para que nunca se
hablaran, porque en ningún lugar veo escrito que se hubiese mencionado,
faltando años, faltando respetarse, faltando amigarse y reconocerse, pero entiéndase
que no va con reproches al uno y al otro, sabiendo que la paternidad se ejerce
como se puede y el ser hijo es, en parte, consecuencia de eso, pero en otra
parte opciones, decisiones propias, buenas o malas, que solo la distancia y el
tiempo ayudan a analizar, dando un balance con el debe y el haber, donde
recuentan todas las facturas y sus costos, a veces razonables, otras veces muy
caros.
Pero retomemos.
Fue un día en el que él aprovechó
el silencio de la media tarde y cruzó al solar de enfrente donde lo esperaban
dos de sus vecinos, con quienes siempre se escabullía a esa hora en la que el
descanso por el aplomo del sol abrazaba todo el poblado, creando, fantaseando y
muchas veces soñando, hoy un hormiguero podía ser la fuente de inspiración para
estudiar su comportamiento de grupo, ayer una tortuga encontrada tras la maleza
les había enseñado que no era necesario la velocidad, sino la astucia, todo podía
ser motivo de estudio, discusiones, proyectos y juegos, se entretenían con lo simple,
aunque él era al que remitían ante alguna duda, porque era quien solía pasar
horas leyendo, leía todo y de todo, era un voraz consumidor de conocimiento, también
escuchando todo, sintiendo esa necesidad de saber, de crecer, de superación, sin
dejar de asumir ni perder de vista su realidad, no dejaba de soñar con un
mañana mejor, al que estaba convencido poder acceder y al que no pensaba resignar
pese a los obstáculos, que no eran pocos por cierto, porque sus amigo le habían
asignado tácitamente el rol de líder, del que les recordaba o clarificaba
cuando la duda los agobiaba, creían ser investigadores cuando estudiaban el
comportamiento de los sapos y la diferencia con una rana, o cómo las lombrices
más allá de procesar, aireaban la tierra permitiendo que las raíces desarrollen libremente, como cuando se internaban en el
monte a revisar nidos de pájaros, aunque sabían que no debían recoger los
huevos y menos meter la mano sin mirar, ya que una serpiente camuflada podía
morderlos. Aventureros, disfrutaban recorrer los zanjones formados por las
copiosas lluvias bajando de las lomas, allí no solo construían sus refugios
aprovechando sus paredes, sino que encontraban crías de cuises, liebres y
tortugas, porque todos habían parido a mediados y final de primavera, ya todos
disfrutaban las arenas calientes bajo el sol caliente, esa arena que había incubado
los huevos de tortuga, a la que ellos llevaban a sus casas y por cierto tiempo
serían sus mascotas o sus objetos de estudios, teniendo probado que quienes más
duraban en quedarse eran las tortugas, ya que las liebres solían escabullirse
de los precarios corralitos de ramas y los cuises cavaban cuevas desapareciendo,
pero no los desmoralizaban esos sucesos, sino que por el contrario, les agudizaba
el ingenio para perfeccionar la estrategia, construyendo verdaderas obras de ingeniería
con lo que encontrasen, en sus casas, en el monte, en el taller mecánico del
señor Félix, a quien le pedían los rulemanes para que con la ayuda del señor
Mario, el carpintero, construyeran sus kartings, todo servía a los fines de crecer, de afianzar
esos vínculos de amistad, de compañerismo, sin mayores demostraciones ni
necesidades, solo el saber que al otro día a esa hora se juntarían y que a la
hora de la merienda, cada uno regresaría a su casa, sin más que un chau!; pero
ese día su comportamiento era notoriamente distinto, errático, disperso, su
mirada triste, sus ojos llorosos, acostado a pleno sol restregaba sus ojos
notoriamente molesto por el intenso calor, hasta que uno de sus cómplices de
aventuras desde la ingenuidad y con vos temblorosa le comenta, entre afirmación
y pregunta, si era verdad que su padre estaba muy enfermo, a lo que el silencio
se apoderó de la tarde, más aun que en otros momentos, sentándose y viendo como
rodaba en su mejilla un llanto callado, asiente con su cabeza diciendo, mi papá
acaba de morir, era un 25 de diciembre de 1936, él tenía 11 años, su padre 43, lo
abraza el que primero se animó y luego el otro logró imitarlo, aunque con miedo,
porque veía que su llanto silencioso no cesaba y eso lo asustaba, el otro corrió
a su casa a avisar a su madre, y esta avisó a otra y a otra y a otra, hasta que
la noticia se hizo pueblo, el turco del almacén de ramos generales, que
acopiaba cueros, había muerto, justo en navidad, justo cuando los católicos festejan
la vida, los niños se ilusionan con sus regalos y la iglesia trata de sumar
creyentes a sus rediles, aunque sus compinches se preguntaban por qué él estaba
allí, en el solar de enfrente, lo que su limitado razonamiento de niños no les
permitía entender es que cada cual enfrenta situaciones como puede, no como debe,
al hacerlo como puede, logra procesar con mayor naturalidad que quien lo hace
forzado por el deber ser, es interesante como debieron pasar años, para que esa
pregunta surja en la mesa de un café, cuando justamente él les anunciaba que luego
de sus estudios, parte cumplidos, parte frustrados, regresaba al pueblo para reabrir
el almacén de ramos generales que había sido de su padre y a seguir sus pasos
en la compra venta de cueros y lanas de los campos de la zona, ahí entendieron
que no siempre es necesario exponerse sin tener claro por y para qué, que es preferible
reflexionar antes de opinar y procesar antes de decidir, él entendió en su momento
que la mejor manera de acompañar a su madre era dispensándola de una carga más,
pues verlo ahí le cargaría un significante innecesario, por eso es que se cruzó
al solar, para que sus 11 años pudieran iniciar un proceso nuevo, para atesorar
11 años de su padre, para grabarlos a sabiendas que serían su mejor legado, ya
vendría tiempo para hablar con su madre, ya sería el momento de decidir sobre
el futuro, al hoy no le debía exigir otra cosa, sus 11 años no podrían cargar
una mochila más pesada, aunque cargó la suya prometiéndose que se forzaría por
crecer pese a la desazón, creciendo y viviendo en esas dos largas décadas que
lo separaban, en las que gracias al apoyo de su tutor se empeñó en estudiar y
trabajar, aunque no bastó para que pudiera culminar sus estudios universitarios,
truncados por la premura económica, llevándolo a tomar la decisión que relata
en ese café, contando que además, había incursionado en política, aprovechando
su carisma, sus dones de liderazgo y su gran oratoria, en parte innata, en parte
aprendida de los caudillos de la época, cuenta y dice, ante el silencio de admiración
de sus amigos, fieles, que asintiendo ante sus dichos lo incitan a organizar el
pueblo, que ante los años de la gran depresión, no había salido indemne,
sufriendo el éxodo de muchos, es como que él marchase contra corriente, desafiante
y marcadamente comprometido, avanza, pasan algunos años hasta que es elegido
Comisionado Municipal del ahora pueblo de Guardia Mitre, antes Coronel Pringles
y su posición como hacendado respetable, presidente de la sociedad rural, sus
contactos con el mundo de la política regional y nacional, lo posicionar a
aspirar a más, años en los que dedicó su vida a esa pasión por los demás,
convirtiéndose en un caudillo, hasta que muchos años, muchos gobiernos, lo llevan
a decidir hacer un alto, cruzar al solar de enfrente, restregar sus ojos y entender
que es hora de dejar de encaminar al pueblo, para encaminar su familia, necesitada
de más atención, dedica de lleno su tiempo a la consignataria de hacienda y a
administrar el campo y la alquería de cercanía, pero todo eso que reconsideró,
no contaba con un back up de tiempo, no incluyó esa variable en su análisis,
con 50 años en sus espaldas creyó soportar los tiempos que vendrían, pero el
diablo metió la cola y recién cumplido los 55 años, un 23 de septiembre de 1981
murió. El era Jorge Antonio Murad Murad, hijo de María Murad Murad de Murad y de
Jorge Antonio Murad Murad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Jorge Murad diseño + gestión esta a su disposición ante cualquier consulta... y agradece su visita.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.