martes, 10 de agosto de 2021

María Sarkis Yazbek Murad Murad de Murad - LO NUEVO

Lo nuevo.

 

Corre el año 1924.

Distinto aire, distinto paisaje y cielo, era el que hoy veía, y así me lo contaba con esa mirada intensa, transparente, sincera, romántica, por momentos melancólica pese al deber ser, pero firme y con carácter, profunda. Así intentaba contextualizar María su primera impresión de la nueva tierra. Tierra a la que fue convocada más por la palabra empeñada que por los afectos, que no eran pocos, pero que como en una conjura la obligaban a cumplir perdiendo... Dejaba parte de sus entrañas con esa partida, descendencia que para esos tiempos era lo único que le quedaba después de tanta perdida.

Llegó a un sitio perdido, adentrado en la Patagonia, en lo llano de una pampa, cuya particularidad era estar dividido en dos, uno el viejo, más a la vera del río, rodeado de chacras de cultivo, albergaba la Iglesia, el hospital y el colegio de monjas, mientras que el otro, el nuevo, junto a la barda, en la entrada al pueblo, desparramaba un caserío incipiente. Así fue como en esos nuevos aires de distintos olores compartió lo que vendría..., moldear ladrillos, regar esperanzas y fortalecer ilusiones. Y nada de todo eso pasaba fácilmente. Todo, absolutamente todo, le costó.

Lo más asombroso que en esos tiempos pude percibir, fue la convicción de una integridad incólumemente desprovista de fisuras.

Pese al reclamo constante por traer a su hija Cecilia, no dejó de cumplir con sus obligaciones de esposa; y así fue como a su debido tiempo, un 05 de septiembre de 1926, nace su último hijo de sangre, Jorge Antonio. Eso dio felicidad a ambos, que, junto a la llegada de su hija, pacificó las almas y dieron licencia a la angustia y zozobra de otros tiempos, sintiendo un aire fresco que fortalecía los cimientos de una familia que levaba velas en ese rumbo del sueño de la América.

En medio de esa vida que decidieron transitar, estaba la educación de Cecilia, que comenzó un derroteros de letras en dirección contraria a su arábigo natal, en un estricto colegio de monjas, en el que no solo aprendió a leer y escribir en español, sino que se recibió con orientación contable, asumiendo con dedicación manejar los debe y haber del almacén de ramos generales y toda la contabilidad de su padre y la familia, sin saber que su destino estaba signado y muy joven se casa con uno de sus primos, Antonio, hijo de José Murad, el primo de su padre.

Pero no distraigamos el objeto del relato, María.

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