Lo diferente
Cómo saber quién era quien, si
tal no era tal, pero ¿qué es verdad y que silencio?, todo es tan confuso cuando
de lo que no se hablaba se comienza a hablar… La casa de cristal se cae y caen
los mitos y los ídolos y ceden los mandatos y se rinden las fuerzas y caen las
máscaras, es otra película, otra historia con los mismos protagonistas, donde
cambian de lugar y al hacerlo se reconfiguran, ya los equilibrios no existen,
son fantasías de la otra escena que, se unen en las distintas miradas que hoy
se leen, tras haber limpiado cierto grado de ceguera, provocada un poco por no
haber sido consciente cronológicamente, y otro tanto porque recién en estos
tiempos fue el tiempo de limpiar ese velo opaco, raro, helado, casi anodino,
pero que sin embargo, cubría la verdad a medias, que se viene reconstruyendo
pieza por pieza, cual puzle al que se sabe incompleto, pero se siente la
imperiosa necesidad de armar, para entender y poder resignificar. Deconstruir
es un ejercicio, la herramienta más poderosa y peligrosa a la vez, es capaz de ayudar
a ir viéndose en el espejo correcto para luego acercar la luz correcta, al
perfil adecuado, a la imagen que se mira; pero si se trasgrede intentando
manipular lo que se ve, puede devolver un sendero paralelo que no conduce a
nada y al mirar no se verá. El adultocentrismo habrá ganado.
Algunos muros cayeron hace
muchos años, pero otros no hacen tantos, es más, de aquello se dijo muy poco,
algún estruendo y mucho polvo que tarda en decantar, y de éstos los muros
fueron cayendo como en cascada, en cámara lenta, como si los hubiesen ayudado a
caer, pero que a la vez trataran de que no se rompieran, ¿una sucesión de
intentos ante la fragilidad? ¿qué juzgar? ¿para qué juzgar? No se trata de eso,
se trata de entender cual es la propia historia, no por haber vivido la vida equivocada,
sino porque a partir de lo diferente, de conocer, es necesario poner las piezas
en su justo lugar, porque es donde encajan y donde la vida ayudó a situar, pero
que, al modificar, el prisma gira, la luz es otra, intensa, enceguece, se distorsiona,
se transforma en un espejismo y lo que miramos no es lo que se ve. ¿Pero de qué
y para qué sirve?, dirían transeúntes perdidos en la vida, sin saber que lo están,
esos a los que no les gusta hablar, o si lo hacen dicen sin saber decir porque
no vieron lo que debían ver, una paradoja, se analizan o van a terapia (que no
es lo mismo) y redundan en temas periféricos intentando pegar con barro algunos
pocos ladrillos que tienen a la mano, pero no apelan a la capacidad de “inventar”,
inventar libera, ya que de eso puede que pase algo o no, pero… prefieren buscar
la respuesta en el decir del otro, en ese alguien del que se hacen dependientes
por no escucharse y poder decir lo que los integra, lo que definiría su yo. Deconstruir
es otra cosa, es decodificar una a una todas las caras de todas esas aristas, es
preguntarse sobre las respuestas instituidas, es desnudar como una cebolla,
capa por capa, es miseria, en error, es dualidad, es contradicción, es dolor y
es amor. Nacemos en sitios que están hiper construidos y “conocer” es
decodificar, es ir quitando lo codificado, así se podrá preguntar sobre esas
respuestas, es cuando el adultocentrismo se volverá niñx.
No se trata de preguntar para
saber, sino para cuestionar la respuesta instituida.
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